martes, 25 de enero de 2011

Palomares, permanezcan tranquilos, sigue sin pasar nada.

           Hace 45 años, a causa de la colisión de dos aviones estadounidenses, cuatro bombas cargadas de plutonio y otros elementos altamente radiactivos cayeron sobre Palomares, en Almería. Las autoridades franquistas, presionadas por el Gobierno de EEUU no informaron a la población del riesgo que corrían si estallaban las bombas ni de los efectos de la radiación. Tampoco se suministró protección de ninguna clase a las personas del pueblo y a los guardias civiles que participaron en las labores de limpieza, protección que sí llevaba el personal estadounidense, (para los españoles que crean que son de raza blanca, y por tanto, ciudadanos de primera clase en el orden mundial, y que no puedan vivir experiencias como las de Palomares, se les recomienda como alternativa el pase por algún aeropuerto de EEUU o Canadá, donde si tienen la suerte de tropezar con el policía de aduanas adecuado, descubrirán, después de varias horas en un minúsculo habitáculo, rodeados de personas de distintas razas que, a pesar del pasaporte europeo, son “putos latinos”).

Después de 45 años, ya en presunta democracia, seguimos sin saber qué hacían esas bombas encima del territorio español, qué efectos han tenido sobre la salud de la población y sobre el medio ambiente de la zona. Pero todos tranquilos, la ciencia nos conforta: Juan Antonio Rubio, ex presidente del CIEMAT, que sin duda creía que las patatas y las zanahorias crecen en los árboles y que éstos carecen de raíces, ya informó en su día que el plutonio está debajo de la tierra y que si no se escarba no es peligroso; eso sí, habrá que hacer las casas sin cimientos. Por otra parte, la vida del plutonio sólo es de 24.100 años (ya falta menos para que desaparezca por sí mismo) y el que los vecinos lo presenten en la orina puede ser un buen negocio dado su elevado precio (Irán ya ha mostrado interés por la posible recolección).

miércoles, 19 de enero de 2011

Nos vamos quedando solos

Natalia Ginzburg escribió en 1962 un ensayo “Las pequeñas virtudes”, en el que recomendaba no enseñar a los hijos las pequeñas virtudes, sino las grandes, entre otras, la generosidad en vez del ahorro; el coraje y el desprecio por el peligro en lugar de la prudencia; la franqueza y el amor por la verdad en vez de la astucia; el deseo de ser y de saber en sustitución del deseo de éxito.
Durante mucho tiempo, creímos en que esas grandes virtudes podían mover al mundo y que cada paso adelante, cada conquista social y política era irreversible, pero en los últimos años la realidad nos ha ido despertando golpe a golpe. Los gobiernos occidentales, escudándose en la crisis económica y en los problemas de seguridad causados por el terrorismo, han aprobado medidas que restringen de manera escandalosa derechos y libertades, sin encontrar apenas reacción en una población anestesiada por unos medios de comunicación de contenidos alienantes e ideología mayoritariamente reaccionaria.
Entre la vulgaridad y el derechismo de la mayoría de los canales de la TDT, flotando en una cloaca de tele-tiendas, astro-canales, hagiografías de la presidenta de la Comunidad de Madrid o fascistas mancillando el nombre de la libertad, como una isla de independencia y calidad, CNN+ ofrecía un refugio en el que escuchar un editorial en vez de un panfleto, un debate en el que lo que se expusieran fuesen ideas y no descalificaciones o noticias que no se relatasen a instancia de parte. Lamentablemente, la han cerrado, supuestamente por razones económicas, aunque la cadena fue deficitaria desde sus comienzos y la productora la mantuvo siempre por cuestiones de prestigio. Requiescat in pace.