domingo, 27 de marzo de 2011

Nucleares, no en mi tierra, no en mi mundo


La energía nuclear es objetivamente peligrosa y así lo atestiguan los resultados de un gran número de accidentes en centrales de Japón, EE UU, Europa…, entre ellos los de la explosión del cuarto reactor de la planta de Chernóbil, con seis millones de afectados en Ucrania, Bielorrusia y Rusia.
No es limpia, porque aunque las centrales contribuyan a reducir las emisiones de dióxido de carbono, generan una gran cantidad de residuos radiactivos muy peligrosos y difíciles de gestionar, ya que no se pueden destruir ni reciclar y aunque existen métodos de almacenamiento seguros, no ofrecen las suficientes garantías dada la gran longevidad de estos desechos.
Es, en contra de lo que dice la propaganda del lobby nuclear, definitivamente cara, porque aunque sea rentable desde el punto de vista del combustible consumido respecto a la energía obtenida, no lo es una vez que incluimos en el precio final los gastos de gestión, transporte y almacenamiento de los residuos radiactivos y los costes de la construcción, mantenimiento y seguridad (son objeto potencial de ataques terroristas) de las plantas nucleares, teniendo en cuenta además que, por ejemplo en España, su vida útil se reduce a 40 años. 

Se trata, a pesar de lo que suelen afirmar los dirigentes políticos de las zonas donde se pretende construir una central, la fuente de energía que menos empleo genera por unidad de energía producida y, al depender su producción del uranio, que es además un recurso limitado, origina, como los combustibles fósiles, dependencia de los países productores.
Puesto que muchas plantas se encuentran en zonas costeras, ¿porqué los que defienden esta alternativa no construyen sus casas de verano en el entorno de alguna central nuclear como argumento definitivo?
           

miércoles, 9 de marzo de 2011

El sistema de cuotas‏

La Comisión Europea se ha dado cuenta, por fin, de que sólo un 3% de las grandes empresas europeas están dirigidas por mujeres y de que además, éstas sólo ocupan el 12% de los puestos de los consejos de administración. Ayer, con motivo del Día de la Mujer Trabajadora, ha instado al sector privado (el Parlamento Europeo ha hecho lo propio con los Estados miembros) a introducir medidas efectivas: “cuotas”, para resolver el problema.

Inmediatamente han surgido las voces escandalizadas de los profesionales de la tertulia que argumentan, entre otras cosas que es humillante obtener un puesto por formar parte de una cuota, obviando que, puesto que las mujeres suponen el 51% de la población y está estadísticamente comprobado que tanto entre hombres como entre mujeres, una abrumadora mayoría poseen una inteligencia media, un pequeño número de personas tienen un alto coeficiente intelectual, y un número igualmente pequeño se encuentran por debajo de la media; el de ahora es un claro sistema de cuotas encubierto, en el que los puestos directivos se conceden por el único mérito añadido de pertenecer al 97% de la cuota masculina, independientemente de la mayor o menor capacidad del sujeto.

Pero que a alguien le den un trabajo sólo por ser hombre, aunque sea un inútil, no debe ser tan humillante, al fin y al cabo, la cuota es mucho mayor...

miércoles, 2 de marzo de 2011

El derecho a conocer la verdad

Los actos con que se ha conmemorado el 30 aniversario del supuesto intento de golpe del 23F han servido para, en contra de las afirmaciones del rey a su llegada al Congreso de los Diputados: "se conoce toda la verdad" sobre lo sucedido y "si no, se la inventan por ahí", recordarnos que, en realidad, nunca hemos sabido nada. Y hay que reconocer que, hasta los que dudan por sistema de las teorías conspiratorias, tienen que optar por las versiones que asocian el asesinato de Carrero Blanco y el intento de golpe con la búsqueda de un determinado modelo de Estado alejado de extremismos de uno u otro signo, aunque sólo sea por la cantidad de incógnitas sin resolver que ha dejado un proceso que sólo ha encausado a un pequeño grupo de cabezas de turco, que no ha investigado la trama civil, que no ha buscado conexiones en la clase política, que no ha explicado suficientemente la tardanza del rey en condenar la rebelión (a pesar de que su experiencia familiar debería haberle evitado cualquier tipo de vacilación al respecto: su abuelo, Alfonso XIII y su cuñado, Constantino de Grecia, perdieron la corona por su apoyo a golpes militares).  

Porque, después de más de treinta años de Constitución democrática, de gobiernos de distinto signo, de haber sido promesa electoral del PSOE en 2004 y 2008 y de haberse discutido en 2010 un descafeinado anteproyecto de Ley de Transparencia y Acceso de los Ciudadanos a la Información Pública que mantenía el hermetismo sobre seguridad, defensa y política exterior, seguimos sin legislación que permita a los ciudadanos ejercer ese derecho. Así que, mientras que no nos permitan leer lo que ocurrió de verdad tendremos que seguir dando crédito a lo que “inventan por ahí”,