jueves, 6 de octubre de 2011

LIBERTÉ, EGALITÉ, FRATERNITÉ (malgré Sarkozy) Traballo de Historia

La historia humana oscila como un péndulo: a la acción sigue siempre una reacción; todo avance va seguido de un retroceso; a una época de excesos sucede una de contención (y viceversa). A la solidez del Románico sigue la ligereza del Gótico, al que sucede el equilibrio del Renacimiento, sustituido por la teatralidad barroca, abolida por el orden del Clasicismo…

Ningún fenómeno surge de la nada, todos son fruto de un largo proceso que, en algunos casos, si el encargado de conducir la nave a puerto es un inepto, como ocurría en la Francia de finales del XVIII con el monarca que ostentaba el poder absoluto: Luis XVI, puede desembocar en una explosión sangrienta, tras la cual, todo vuelve a su cauce, con algunas concesiones acordes al espíritu de la época y un nuevo timonel dirigiendo la nave.

Con este largo preámbulo y con la necesaria acotación de que prácticamente cualquier comentario sobre la época va a referirse inevitable y exclusivamente a la mitad de la población, puesto que, a pesar de todos los ideales revolucionarios de libertad e igualdad, las mujeres van a continuar sin derechos hasta el siglo XX: de hecho, en el Código Napoleónico de 1804, base e inspiración de la mayoría de sistemas jurídicos europeos, no sólo se les siguió negando el derecho al voto, sino que se definía el hogar como “el ámbito exclusivo de la actividad femenina”. Con esta introducción, pues, no pretendo relativizar la importancia de la Revolución que transformó a Francia en una república y la dotó de un régimen semi-democrático, sino señalar que la “Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano” que ha servido de modelo para tantas constituciones y declaraciones posteriores no dejaba de ser una copia de la Declaración de Independencia de EEUU; que el modelo de otorgar el voto a los que pagaran impuestos, está más relacionado con el auge de la burguesía que con el ideario revolucionario; que las mejoras sociales van más unidas asimismo a la Revolución industrial que se estaba produciendo en Inglaterra; y que, aunque es verdad que el miedo a revoluciones semejantes obligó a otros monarcas a tomar medidas aperturistas, lo cierto es que las ideas de la Ilustración que se extendían por Europa, lo hubieran hecho igualmente.

Por tanto, y para finalizar, ¿qué aporta a nuestra época la Revolución francesa? Básicamente un ideal romántico, en el que, olvidado el horror de la guillotina (que fue por cierto, un invento humanitario para evitar dolor inútil a los reos), un mundo justo entone la Marsellesa, unido bajo la vieja trinidad de la libertad, igualdad y fraternidad; un ideal que el presidente francés parece haber olvidado.

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