miércoles, 12 de octubre de 2011

Un luthier no es un seguidor de Lutero

El título puede parecer un chiste malo para cualquier profesional, pero es una corrección que deben hacer habitualmente los profesores de Música de 2º de ESO en los exámenes de sus alumnos. Aclaraciones similares realiza a diario el propietario del nuevo negocio que ha abierto sus puertas en Lavapiés, Alfonso Madueño Brizuela, ya que el vocablo francés sobre la puerta: Luthier, no aclara demasiado sobre su profesión a la mayoría de los vecinos de la calle Cabestreros donde se asienta. De nada serviría que hubiese eliminado la “h” para adaptar la palabra a la grafía castellana como ha hecho la RAE; en España, pocos que no posean un instrumento de cuerda conocen el nombre del que los construye o repara.

Aunque en castellano existía para denominarlo el término “violero” (como existe “organero”, “guitarrero”, para los constructores de esos instrumentos) en el siglo XIX fue sustituido por el vocablo francés, que se impuso en nuestro país al igual que en todo el mundo occidental como prueba de que, en el campo de la música, la globalización es muy anterior a nuestra época. Actualmente algunos artesanos se reivindican como “violeros” para recalcar el carácter tradicional de su oficio, algo poco práctico a la hora de conseguir clientela, considerando la enorme cantidad de músicos extranjeros que llenan nuestras orquestas.

Defensor a ultranza de los oficios tradicionales, Madueño se resiste al uso de las nuevas tecnologías, de hecho no tiene ni siquiera página web, pero esto no es lo habitual. Otro luthier, Xoan Manuel Tubío, constructor de zanfoñas en Outeiro de Rei (Lugo) lo explica: “el proceso es completamente artesanal, pero el diseño de los planos lo hago con autocad y desde luego utilizo programas de ordenador para todo el proceso contable y administrativo y tengo mi página web como un escaparate para dar a conocer todo lo que hago fuera de Galicia, algo imprescindible en el mundo informatizado actual”. Pese a que algunos artesanos utilizan ya aparatos de corte láser o de control numérico, ambos se muestran contrarios a su uso y opinan que desvirtúan la sonoridad de los instrumentos.

El profesor de viola del Conservatorio profesional Joaquín Turina de esta capital, Ignacio González de la Cuesta, explica que la relación del músico con el luthier, además de como proveedor de instrumentos y asesor, es similar a la que tiene con su médico: “acudes a él cuando tienes problemas de cualquier tipo, desencoladuras, fisuras, en caso de accidentes…”. Y añade: “aunque no todos lo hacemos, es conveniente llevarles el instrumento una vez al año para hacer una limpieza a fondo que elimine toda la suciedad (los restos de la resina que utilizamos para el arco, huellas de dedos, humo del tabaco, etc). También para restaurar el desgaste en las zonas de mayor contacto con la mano y el cuello, como son el mástil y los aros, que debe hacerse antes de que desaparezca el barniz, ya que, en caso contrario, el sudor de la piel será absorbido por la madera dejando en ella una mancha muy difícil de eliminar”.

Y finaliza citando al grupo argentino Les Luthiers que han creado los instrumentos más imaginativos e hilarantes de la historia de la música, desde el latín o violín de lata, al nomeolbidet, pasando por el yerbomatófano d’amore, entre otros muchos.

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